jueves, 24 de mayo de 2007
Ramón y los Tigres Locos
“Ramón y los tigres locos” fueron, durante un período especialmente tenso, uno de los grupos más importantes de la ciudad. Tuvieron la mala suerte, no achacable en este caso a causas exógenas, de no llegar a existir. Como proyecto eran una bomba. Lideraba la banda, glosada incluso en el “Ruta 66”, nada menos que, como su propio nombre indica, Ramón. Ramón Isabel Carrión. Casi nadie al aparato. Ramón era, él solo, una big band. El flujo de ideas, antiideas y contraideas, que brotaban de su rapidez mental dejaba simplemente asombrado a cualquiera que quisiera escucharle. Musicalmente hablando, también en lo demás, era, como él decía, un liberal, liberol. Para saber que significa eso exactamente habría que preguntar al interesado. De la respuesta no me hago ni una idea lejana.
Varios lustros adelantado a su tiempo, varios cientos de kilómetros lejos de “el sitio apropiado”, Ramón, como tantos otros, convivió con los dueños de la finca a un precio caro. Muy caro. De vez en cuando aparecía con golpes y moratones. Siempre hubo valientes en la noche pucelana para dar una paliza “ejemplificadora” a quien meara fuera del tiesto, un tiesto muy pequeñito, que ni era tiesto ni ná.
A Ramón le toco hacer la mili en Valencia. No tendría nada de particular sino fuera porque coincidió con un tal Milans del Bosch al que le gustaba, jugando, sacar los tanques a la calle. Ramón estaba allí y cuando vio los carros salir de paseo por la ciudad pensó que, tal vez, aquellos tripis no estaban en buen estado.
Si había un concierto que mereciera la pena Ramón siempre estaba cerca. Tenía un olfato infalible. Lo seguirá teniendo supongo, aunque ahora, dicen, sale poco.
Lo suyo era el baile. Le recordaban en el viejo “Atomium”, en tiempos de Fradejas y “la juventud baila”, saliendo en “Aplauso”, por la tele, ya con el don de la ubicuidad.
Solo Ramón conseguía desdoblarse y estar, a la vez, en siete bares, tres conciertos y una fiesta, manteniendo seis conversaciones, leyendo el periódico de ayer y hablando por teléfono con alguien de Berlín. Una energía avasalladora. Un volcán de inquietudes.
Cuando Ramón vallisoletaneaba, en los ochenta y en los noventa, por los bares nocturnos más “connotados”, la fiesta estaba completa. Si no estaba se notaba.
Nunca le vi tocar ningún instrumento, ni escuche que cantara. Pero, vaya usted a saber porqué, era un musicazo.
Aquel tiempo pasado, de músicas, trasnoches y bohemias varias, en el que se desenvolvieron todas las bandas, grupos, formaciones y similares, que conformarían nuestra educación sentimental local, tuvo, como protagonista estelar, a Don Ramón Isabel Carrión. He dicho.
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1 comentario:
pues claro. por que no publicas lo del payasete de las mil mentiras que es buenisimo.
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