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jueves, 1 de marzo de 2007

Son solo negocios, nada personal


En las Delicias, al otro lado de la vía de Berlín, en Pajarillos, en La Victoria, en San Pedro, en La Rubia, los locales de ensayo hervían estimulados por las nuevas posibilidades todavía sin valorar: presuntos públicos, escenarios de madera, altavoces.
El negocio arrancaba; vender guitarras eléctricas, amplificadores, pedales, teclados, baterías, bajos, cables, cuerdas, parches, alquilar equipos de sonido y luces, salas y transportes. Alcohol y drogas.
Eran los primeros pasos hacía los cachés multimillonarios que vendrían solo unos años más tarde, cuando las vacas gordas, las giras internacionales, los funcionarios de la junta metidos a empresarios privilegiados, los camiones de material surcando el imperio, el fallido asalto al estado, el saqueo del dinero público, las chispeantes fotos de los “famosos músicos” con el alcalde o el presidente de la junta; la Aznaridad.

La fase inicial, recién llegados los socialistas al gobierno, llenaba las carreteras de la comarca de furgonetas nocturnas en el famoso camino a ninguna parte. La idea de llevar a todos los rincones las nuevas expresiones urbanas era excelente. La puesta en práctica fue un desastre. Aún así, se vivieron momentos en los que se venteaba algo parecido a eso que llaman libertad. Los ocupantes de aquellos vehículos volantes inidentificables, alegres chicos embarcados en una alegre aventura, recordaban lejanamente, a las misiones pedagógicas republicanas. Lejanamente.

Lo que entonces se entendía por “concierto de rock” solía estar más cerca del akelarre o de las sesiones de espiritismo que de un espectáculo musical tal y como se entiende ahora. Que todo sonara, estuvieran los músicos en estado de revista y hubiera algo que pudiera llamarse público, era un verdadero milagro que, como tal, rara vez se producía.
Todo era nuevo para todos. ¿Cuando sonó por primera vez una guitarra eléctrica en el valle del Esgueva, en la Ribera del Duero, en Tierra de campos? Cuestión de futuros antropólogos. Lo que si sabemos es que por esa época las instituciones empezaban a tirar migajas: La junta, los ayuntamientos, la diputación. Lo “público”, factor hasta entonces desconocido, intentó aliviar, algo, la asfixiante situación de una ciudad a merced de una iniciativa privada dispuesta a invertir en mantener las aguas en su cauce, debidamente ayudada por los variopintos habitantes de las “cloacas”.

La poesía se canta. La tradición oral es la máxima expresión de la cultura popular incluso en las sociedades en las que se valora mucho más el silencio y determinadas cosas hay que hablarlas “bajito”; las paredes oyen. Decenas de grupos, que se convertirían en cientos en pocos años, escribieron miles de canciones que se han cantado, más o menos fugazmente, en fiestas, garitos, descampados, castillos, saraos, bodas, celebraciones, homenajes, actos electorales, eventos deportivos, farras y pasacalles. Estudiar esa literatura sería, además de difícil, clarificador. Condensaría y ayudaría a entender, suponiendo que eso tenga algún interés, que lo tiene e innegable, las aspiraciones, las frustraciones, las obsesiones, las carencias y los aciertos de la generación que estrenaba eso, entonces tan raro y extraño, de la democracia.

Los que no estaban por la labor despreciaban abiertamente, siguen haciéndolo, todo ese trabajo. Culpaban a los grupos de ser muy malos. Visigodos. ¿Dónde pensaban que estábamos? ¿ Nueva Orleáns? ¿ París? ¿ Moscú? ¿ Liverpool?.
Ellos, en cambio, ya entonces, estaban por encima del bien y del mal. ¿Ellos quienes? Los que manejan el cotarro, los que se reparten la pasta. Seguir el rastro del dinero es fácil, deja huellas imborrables. No se lo llevó Manolo Trujillo. Ni Fernando Acebal. Ni Thor, ni Orduña. Ni la inmensa mayoría de músicos que fueron, son, casi todos, saqueados en beneficio de una industria que, como tantas otras, paga miserablemente a sus trabajadores mientras reparte enormes beneficios entre intermediarios y empresarios.

El desarrollo normal de toda aquella ebullición hubiera sido muy diferente de haber seguido los acontecimientos su curso natural. Los visigodos no estaban dispuestos.
La música, la transmisión oral, la comunicación, siempre han provocado alarma en quienes ven peligrar su status de impostores. Al petrificar la música en los conventos de trapenses o momificarla en las procesiones, se intenta descargarla de cualquier contenido ajeno a lo religiosamente correcto. Despreciar la música que se hacía en las calles era despreciar las calles mismas. La élite y la gente. Un viejo pleito.

Los Doping ensayaban en el caño Argales. Tenían uno de aquellos locales claustrofóbicos forrados con cartones de huevos. Fernando Acebal y Kiko daban sus primeros pasos antes de ser los compositores de muchos repertorios: Sociedad Anónima, Automáticos, Hombres azules, La ley del ritmo. A los tambores estaba Ercilla, un tipo para el que desayunar en Moka es una prueba de elegancia.
Manolo Trujillo le llamaba “el brasileño”, seguramente por serlo.
Pronto aparecería Pirulo a cambiar el ritmo de los Doping. Rafael Martín “Pirulo”, percusionista, batería: Automáticos, el Correo. Con el tiempo llegarían los Celtas, las colaboraciones, las clases en la escuela municipal. Siempre bien colocado en “la pomada”, como algunos más que siguieron al Alacrán, pilló huequillo. Ahí sigue.

En la sala Borja, los curas, prestada o alquilada para la ocasión, ponían una de los hermanos Marx un sabado por la tarde del ochenta y pocos. Después de la película actuaba un grupo nuevo. Al bajo estaba una chica. Un lejano precedente de Nuria de La Jungla. A la batería un chavalín, el niño; acabaría por ser el motor de algunas de las bandas más conocidas del rocanrol en los Madriles. Puede que el guitarrista ya fuera Julio. Cantaba un tal Jimmy.
Ladys and gentlemen: The Fallen Idols.


Continuará

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonito de verdad. ¿por qué en valladolid sois tan anónimos?
Ese artículo merece ser firmado.
Genial.......

Anónimo dijo...

Siguiendo lo dicho por el anónimo comentarista anterior, creo que sería interesante saber quien eres, ya que crees saber tanto de mi vida profesional y personal. Yo no le bailo el agua ni a mi madre, y si realmente me conocieras, lo sabrías. Rafael Martín "Pirulo".

Anónimo dijo...

Creo que cuentas una visión muy personal y respecto a mi te equivocas. La pomada la he utilizado para quitarme el dolor de alguna tendinitis de tocar.Soy Rafael Martín "Pirulo" yo no bailo el agua ni ha mi madre, si quieres, algun dïa te presentas y te lo esplico. Salud.