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viernes, 2 de marzo de 2007

exposiciones, memorias y mentiras


En días como estos, en los que la casa de cultura municipal expone su particular visión, a vista de gaviota, de una época, tirar del ovillo hacia atrás resulta ilustrativo.
Dos personas no recuerdan un mismo hecho igual. Sin embargo la suma de todas las memorias posibles se aproxima bastante a la realidad: “lo que pasaba”.
“Lo que pasaba” es importante para la comprensión del presente. El hoy establecido basa sus privilegios en un ayer inventado, puro cartón piedra. En la música y en todo.

La provincia, esta también, tiene sus propias reglas detrás de los visillos que se mueven solos al oír unos pasos en el empedrado. El cruce de las miradas esquivas, el rebote a siete bandas del más mínimo comentario, la deformación de la información, el pánico a la medieval, pero en uso, tacha de “menos valer”. La actuación colectiva, interiorizada por cada individuo, en un alarde de conductismo, se sincroniza sola, como en Sicilia, como en Córcega. Todos saben. Nadie habla. A quien hay que elogiar, a quien hay que negar, quien es un apestado, quien es de buena familia. Solo el esfuerzo común de muchas personas, sin identidades, sin pasado autorizado, la fusilada y fusilable, sociedad civil, hizo posible el acceso de la ciudad, durante momentos mas o menos intensos, mas o menos intermitentes, a algo parecido a eso que llaman normalidad democrática.

Los chavales de los grupos, como es natural, estaban muy lejos de cualquier planteamiento sobre su actividad que no fuera inmediato, lo más lejano el sábado siguiente. Se hablaba de cosas de las que se desconocía prácticamente todo, se pronunciaban extraños nombres en inglés, se recorrían bares y ritos iniciáticos, se crecía al son de nuevos tambores.
Los contactos entre jóvenes para “hacer un grupo”, implicaba, más que al “grupo”, al “hacer”. Como forma de socialización, como forma de relación con el medio, como aprendizaje, como pedagogía, era al fin y al cabo, una buena idea. En el peor de los casos representaba una manera de juntarse con amigos y beber unas cervezas.
Las alternativas eran pocas, el asociacionismo, en principio pujante, después jivarizado, estaba naciendo. Lo más importante para los que participaron es que, siempre, o casi, fue muy divertido.
De momento iban pasando los músicos y aprendices por la tiendas de Cris, Jose Electrónica o Herguedas a probar cacharros nuevos, a ver revistas de instrumentos, a poner un anuncio. Actuaron en la ciudad músicos de un nivel como nunca antes se había visto; Art Blakey, Ron Carter o los hermanos Marsalys, pasaron por Huerta del Rey en una programación municipal espléndida que iría a peor con el tiempo. Llenaban Serrat, los ilegales, Silvio Rodríguez y Pablo Milanes. Los grupos de la “movida” madrileña, las hornadas irritantes y similares, juntaban algunos cientos de personas. Los grupos locales algunas decenas. Crónica negra, Doping, Primitive, Objetivo perdido, y otros, compartieron escenarios con muchos de los nombres “clave” de aquel invento: Radio Futura, la Mode, Alaska, Polansky y el ardor, el Aviador Dro.
La fabricación de estrellas caseras no daba para provincias y Alaska, el zurdo, Servando Carballar y otros de jaez parecido, fueron los capitalizadotes de una “marca registrada” que como casi todas no era más que humo, un bluff lucrativo. Ahora Alaska dice que Jiménez Losantos es un amor. Hoy por hoy el rocanrol local y la mañana de la cope se entrelazan más que nunca en una película de terror de serie b.

En la Pérgola del campo grande, como setenta años antes en el teatro Pradera, había espectáculos. Sería un escenario habitual en los años siguientes. Puede que aquel día tocaran “Vibraciones”. Cantaba Víctor antes de emigrar. A la guitarra Carlos. El bajista era…¿Goyo?, a los timbales Ercilla. Como tantos otros grupos desaparecerían pronto.
La fugacidad sería una característica de muchas formaciones. Otras apuestas fueron más sólidas. Los Crom se tiraron al ruedo en 1983. Grabaron un par de discos, tocaron mucho, salieron en las revistas especializadas y sonaron en los programas preceptivos, el Pirata y compañía. Mimi y Deni a las guitarras, Luís al bajo, Gabi a la batería y David Gadea como impagable documentalista, aportador de un torrente de información e ideas abrumador, fueron, sin ningún cambio, la formación desde el primer hasta el último concierto. Acero para una era. Todos lo dejarían y solo Luís Gadea continuaría en el ajo algunos años más. Grabaron en Baleares en un estudio de primer nivel internacional en una experiencia para ellos inolvidable. Anduvieron cerca de eso que llaman éxito. Afortunadamente para ellos no les llegó y siguieron siendo anónimas personas normales. Su primera grabación fue para la maqueta de la estándar oil.
Pero eso, es otra historia.


Permanezcan atentos a sus pantallas

En la foto: Crom en la plaza mayor de Valladolid. 1984.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

"Los contactos entre jóvenes para “hacer un grupo”, implicaba, más que al “grupo”, al “hacer”. Como forma de socialización, como forma de relación con el medio, como aprendizaje, como pedagogía, era al fin y al cabo, una buena idea. En el peor de los casos representaba una manera de juntarse con amigos y beber unas cervezas."
Si señor. Lo importante no es el objetivo, sino el camino para alcanzarlo. Todos deberíamos saberlo.

Anónimo dijo...

Hay los CROM!!! se fuese jevi o no en aquella epoca eran unos musicazos y gracias al Pirata ahi se quedaron,el eterno dilema de cantar en español,que pena

Anónimo dijo...

Gracias por lo que me toca, soy Luis...de los que coleccionaban " cromos'....de donde has sacado la foto?

Anónimo dijo...

te coñozco

Anónimo dijo...

ke visión más negativa.